miércoles, 14 de noviembre de 2012

El día que soltaron a la robachicos





Lydiette Carrión

A veces una noticia feliz queda a medias, y junto a un desenlace afortunado, hay amargura. Ese fue el caso de Raquel y Valerio, quienes sufrieron el robo de su primogénito, Dilan Tadeo. Lo recuperaron, pero vieron caminar libre a la responsable.

Raquel y Valerio, ambos de 16 años, acababan de ser padres por primera vez. Pero en agosto, regresó a su barrio en Tultepec, Estado de México Ángela Hernández Hernández; iba sola con sus dos hijos de 5 y 7 años y le pidió a una tía de Valerio quedarse unos días en su casa. Habían sido amigas en la prepa. El 5 de septiembre vio la oportunidad, y se robó a Tadeo.

La familia interpuso una denuncia y tapizó su barrio con la foto de Tadeo y la mujer; también promovió el caso en distintos programas de televisión. Recibieron varias pistas que resultaron ser falsas. Gente que de buena fe confundió a la robaniños con alguna vecina. Pero también recibieron llamadas de extorsión. Rocío Nepanuceno, madre de Raquel, recuerda en particular una que dejó a su hija temblando por días. Le dijeron: “cinco mil pesos y les regresamos a Tadeo muerto; siete mil pesos y se los regresamos vivo”.

La señora Rocío relata que le rezó a San Judas Tadeo y prometió que si, le devolvía con bien a su nieto, lo vestiría de San Juditas todos los días 28 de cada mes y haría mandas y peregrinaciones a la Villa por tres años. Pero también, cuando pasaban las semanas, incluso pensó en vender su alma al diablo. Todo, con tal de ver sano y salvo a Tadeo.

Por fin, una llamada anónima informó que la mujer que buscaban pasaba todos los días, por una calle de la colonia Cerros del Estado de México, en Naucalpan. El 19 de octubre, un grupo de familiares se apostó en la zona. En efecto, pasó la mujer con Tadeo. La detuvieron.

Durante los interrogatorios, Ángela reveló que había sufrido un embarazo sicológico. Su actual pareja (quien no es el padre de sus dos hijos) estaba muy contento. Ángela  “se desapareció” por dos meses (el tiempo en que habría regresado a su antiguo barrio y se aprovechó de la confianza de Raquel y Valerio). Se robó al bebé y regresó al lado de su esposo. Presentó a Tadeo como su hijo.

A pesar de que Ángela fue detenida con el niño en brazos, el mp de Cuautitlán Gabriel Vicente Farfán la dejó en libertad. Días después emitió la orden de aprehensión. Ángela por supuesto ya se había dado a la fuga.

Columna rendija publicada el 31 de octubre de 2012

Buscaremos a su hijo después de la elección







Lydiette Carrión


La desaparición de Iván Serrano, músico y trompetista del grupo de reggae Los Rastrillos, el 5 de octubre de 2011, es parecida a la de muchos casos en los que se sospecha un crimen de índole pasional.

Iván Serrano Hernández, que entonces tenía 34 años, estaba divorciándose de su esposa y ya había comenzado otra relación. Esa tarde se dirigió a casa de sus suegros para quedar en buenos términos, en Ozumbilla, Tecamac, Estado de México. Las cámaras del metro del DF registraron su viaje. Su último mensaje de celular lo envió a su novia y le informó que ya había llegado a su destino.

Al día siguiente, Francisco no llegó a su trabajo como músico. Sus compañeros informaron a la familia. El viernes 7 de octubre, la familia lo reportó como desaparecido ante el CAPEA.

A finales de octubre, el caso quedó en  el segundo turno de la procuraduría de Tecamac, Estado de México. El caso fue avanzando relativamente: los ministeriales consiguieron la sábana de llamadas del teléfono de Francisco y determinaron que su última llamada fue a su esposa, y la realizó en Ozumbilla.

También comprobaron que durante los últimos días, Francisco había estado en constante comunicación con su esposa. Y ésta, cada vez que hablaba con él, llamaba inmediatamente después a un número Movistar desconocido.

Lo mismo ocurrió ese 5 de octubre. Después de hablar con Francisco, la joven llamó a ese número. Después de eso, ni ese 5 de octubre ni jamás intentó hablar con Francisco.

En enero (2 meses después de la desaparición), la joven esposa fue llamada a declarar. Fue interrogada por una pasante de Derecho, porque el ministerio público a cargo estaba de vacaciones. La interrogada dijo que no se acordaba de quién era ese número “misterioso”. La policía mexiquense le dijo que fuera a su casa y tratara de “recordar”. Fue citada a declarar nuevamente para el 25 de enero. Ese mismo día la madre de la esposa la reportó como desaparecida.

Los meses siguientes la investigación se estancó. Los ministeriales comentaron a la madre de Iván que no se podría solicitar la información sobre el misterioso número telefónico de Movistar hasta que pasaran las elecciones. Para mayo, la familia logró que su caso se radicara en el ministerio público de Ecatepec.

Ha pasado un año. El teléfono de Movistar sigue sin ser investigado; Iván sigue desaparecido. Su esposa también, aunque la familia de ella no la busca.

 Columna Rendija publicada el 24 de octubre de 2012

Si todos hicieran su trabajo…





Lydiette Carrión

Amairany Roblero González se había graduado del Cetis. Hizo su examen para el Instituto Politécnico Nacional, pero no se quedó. Entonces sus papás, ambos trabajadores, le ofrecieron apoyarla para que hiciera la carrera en el Tecnológico de Iztapalapa. Ella quería estudiar Ingeniería en gestión empresarial.

Con 18 años cumplidos, Amayrani ingresó al propedéutico del Tecnológico. El miércoles primero de agosto era su antepenúltimo día. Después estaría formalmente en la carrera. Esa mañana, antes de ir a la escuela, le dijo a su mamá, Cecilia González, que iba a llegar un poco tarde, porque después de clases pasaría al Cetis por unas fotos de la graduación. Eran la 9:50 de la mañana.

Se sabe que la joven llegó al propedéutico. Tomó sus clases, la vieron sus compañeros. A la salida, alrededor de la una de la tarde, un amigo le preguntó si se iban juntos a tomar el pesero. Ella contestó que debía pasar al Cetis por unas fotos. Recibió un mensaje de texto y ella se quedó de pie, inmóvil, viendo su teléfono, justo frente a la salida de la escuela, sobre la avenida Telecomunicaciones, en Chinampac de Juárez. Así fue como sus amigos la vieron por última vez. Nadie vio hacia dónde caminó después.

La señora Cecilia González explica que ese primero de agosto llegó, como casi todos los días, a las 8 de la noche del trabajo. En casa ya estaban preocupados. Amairany debería estar en casa entre las 4 y las 6 de la tarde, pero no era así. Llamaban a su teléfono pero éste enviaba a buzón. A las 9 salieron a buscarla.

Esa noche fueron al Cetis, al hospital, a la clínica 25 del Seguro Social. “Regresamos a las 3 de la mañana”, recuerda la señora Cecilia, mientras nos dirigimos al último lugar en donde vieron a su hija. El jueves 2 de agosto, Cecilia no fue a trabajar, se levantó temprano y fue al Tecnológico. Ahí supo que Amairany sí había llegado a clases el día anterior. Después preguntaron en el Cetis fueron, pero su hija nunca llegó a recoger sus fotos.

Ese mismo día, Cecilia fue a levantar el acta al ministerio público número 44, en Iztapalapa. Le dijeron que el asunto iba a tardar mucho, y le recomendaron que mejor se trasladara directamente a CAPEA. Ahí le tomaron el caso.

La atendió el licenciado Ignacio Moreno, quien le dijo iba a solicitar la sábana de llamadas del celular de su hija. Pero la compañía telefónica sólo envió los datos del día 1 y 2 de agosto. Moreno le explicó que recientemente la compañía telefónica había incrementado sus candados para entregar este tipo de información, debido al incremento de extorsiones.

La familia siguió buscando. Se percataron que había dos cámaras de seguridad en las inmediaciones del tecnológico. Dos cámaras de las 13 mil que han sido instaladas en todo el Distrito Federal. Las imágenes podrían dar certeza sobre los pasos que tomó Amairany, si se fue sola o se vio con alguien más. “Le hicimos el comentario al licenciado sobre las cámaras...”, la señora Cecilia se interrumpe. “Si cada quien hiciera su trabajo como debe ser, tuviéramos ese video. Pero no es así”.

Cecilia explica que en CAPEA les pidieron el número de las cámaras. Después se enteraron que esto no era necesario. Debido a los trámites burocráticos a los que fue sometida la familia, pasó más de un mes hasta que se hizo la solicitud de los videos de seguridad. Estos son borrados después de siete días. Con ello fue eliminada la única pista que pudo haber indicado el paradero de Amairany.

Cecilia González me muestra la entrada de la escuela, en donde Amairany fue vista por última vez. Ya es de noche. Están saliendo los últimos jóvenes, de clases. Sobre la caseta de entrada hay una lona enorme que da la bienvenida a los alumnos de nuevo ingreso. Tapada por ésta se encuentra un volante pequeño sobre la desaparición de Amairany. “Pusimos dos”, me explica la mujer. “Uno ya lo quitaron”.

 Texto publicado en El Gráfico el 13 de noviembre de 2012

Su padrote está libre. Dulce no puede regresar a casa





Lydiette Carrión

“Conocí a un chico allá en Puebla. Yo tenía entonces 16 años, iba a entrar a la preparatoria y trabajaba en una oficina de trámites de carros que también tenía papelería. Ahí lo conocí. Él fue a comprar un bicolor y me pidió mi número de teléfono. Felipe tenía unos 23 años.”

Dulce [su nombre ha sido cambiado, para proteger su identidad] actualmente tiene 20 años. Es pequeña, tiene el rostro achatado. Sonríe mucho y mira directamente a los ojos. Es una joven como cualquier otra.

Por 2 meses, Felipe y Dulce se enviaron mensajes, hasta que la adolescente convenció a su mamá de dejarla salir con él. Felipe llegó en un mustang 99. Fueron al cine. Esa misma noche le pidió que fueran novios. La llevó de regreso a casa e insistió en hablar con sus papás para “formalizar” la relación. Poco tiempo después le pidió que se casaran.

Felipe se presentó ante Dulce como originario de Tlaxcala, albañil maestro de obras, que le trabajaba a un tío que era “arquitecto”, por lo que viajaba mucho. En realidad, Felipe sí trabajaba para su tío, pero en vez de arquitectura y albañilería, todos en la familia se dedicaban a la trata de muchachas.

Dulce lo veía poco, cada 15 días o una vez al mes. Felipe le platicaba que él tenía primas que trabajaban en la prostitución “para ayudar a sus esposos”.

“No sé qué fue lo que me pasó con él. Felipe fue un tsunami. No sé si fue porque me enamoré de él que sólo me enfocaba en lo que él me decía, y no me abría con otras personas para contarles lo que estaba pasando”, recuerda Dulce, mientras deja enfriar su café en un establecimiento de la ciudad de México.

“Pasó el tiempo y me preguntó que si no me quería meter en lo de la prostitución. Le dije que no. Pero después su familia fue a mi casa a formalizar el compromiso. Entonces le dije que sí”. Ya había fecha para la boda, pero Felipe la convenció de escaparse con él a Oaxaca.

Felipe llevó a Dulce a un hotel lleno de prostitutas. Ahí le dijo que ya se tenía que poner a “trabajar” porque él ya no tenía dinero. Al día siguiente la llevó cerca de la central de abastos de Oaxaca.

“Me sentí como un objeto al que llegas y lo pones en un lugar… Fue así… super manipulada… Así fue como empecé a trabajar”. Pero el dinero no era de ella, sino de Felipe, quien casi inmediatamente se fue de la ciudad (también traficaba droga de Veracruz a Guanajuato) y la dejó sola con un celular.
Llevaba poco más de un mes sola en Oaxaca, cuando comenzó a recibir llamadas que la alertaban sobre Felipe. Un domingo, le habló una mujer. Le dijo que ella también trabajaba para Felipe en León, Guanajuato. Que tenía a otra más y a su esposa embarazada.

“Me puse a llorar. No sabía cómo salirme. Le platiqué a otra chica. Me dijo que no me preocupara y que su esposo, quien era primo de Felipe,  me iba a ayudar”.

En realidad, la “ayuda” consistió en que, en vez de trabajar para Felipe, Dulce fue explotada por el primo. Cuando Felipe se enteró que lo había abandonado (jamás se enteró de que trabajaba para su primo), gritó a los cuatro vientos que iba a matarla.

Pocos días después, policías vestidos de civil hicieron un operativo. Detuvieron a tres muchachas: Dulce, su amiga y otra chica a la que no conocía (aunque las tenían en el  mismo sitio, les prohibían hablar entre sí). Los explotadores de las tres eran primos.

Una vez en la procuraduría, su amiga –la esposa del primo de Felipe– se escapó. Alguien había dejado la puerta abierta.

Meses después, Dulce y la otra joven fueron trasladadas al albergue de Rosi Orozco en el Estado de México. La otra chica explicó que su hija pequeña se encontraba en poder de su suegra, la madre de su padrote. Esta organización gestionó con la policía el rescate de la bebé. En ese mismo operativo fue detenido el tío de Felipe (el “arquitecto”) y otros. Felipe y su primo siguen prófugos. Dulce no puede regresar a casa de sus papás. Felipe ya la ha mandado buscar. 

* Texto publicado en El Gráfico el 6 de noviembre de 2012

Jamás se activó la alerta Amber







Raquel y Valerio se conocieron en los toros de Tultepec. Ambos tenían entre 14 y 15 años. Valerio relata que cuando vio a la adolescente, pensó: “yo soy de aquí”. Fue amor a primera vista. Él, moreno y compacto. Trabaja en un bicitaxi todo el día. Ella, pequeñita, con cabello largo y rasgos suaves. Poco tiempo después se juntaron y comenzaron a vivir en la casa de los papás de Valerio.

En junio de este año (cuando ambos tenían 16), nació su primer hijo: Dilan Tadeo Rodríguez San Juan. Lo llamaron Dilan, porque les gusta el nombre. Tadeo, en honor a San Juditas Tadeo.

Pero un día regresó al barrio (en Tultepec, Estado de México) Ángela Hernández Hernández, con sus dos hijos de entre 5 y 7 años. Pidió ayuda a una tía de Valerio, de quien era amiga desde la preparatoria, para quedarse un tiempo en su casa, a unas cuadras de donde viven Raquel y Valerio. Aquélla aceptó.

Por varios días, Ángela Hernández convivió con los miembros de la familia de Raquel y Valerio. Fotografió a todos los niños de la casa. Cuando conoció a Dilan Tadeo, enseguida dijo: “Pero qué niño tan bonito”.

El 5 de septiembre, Raquel estaba sola, cuando Ángela pasó por la casa y le dijo: “préstame a Tadeo, para llevarlo con su tía. Vuelvo en un rato”. La adolescente tenía que ir al mercado, así que el ofrecimiento le venía bien. Accedió. Pasaron un par de horas y Ángela no regresaba. Raquel llamó a la tía de Valerio. Ésta le dijo que en efecto la mujer había pasado por un momento, pero sólo iba con sus dos hijos. No llevaba a Tadeo.

Raquel avisó a Valerio. Comenzaron a buscar a Ángela. Esa tarde fueron a la agencia del mp de Tultepec. Explicaron lo sucedido, pero los ministeriales reviraron que debían esperar 48 horas para poner la denuncia. ¡Pero cómo, si Tadeo tenía sólo dos meses! La señora Rocío Nepamuceno Jiménez, madre de Valerio, llamó al número que las autoridades habían otorgado para activar la alerta Amber. No le hicieron caso.

Dilan Tadeo ahora tiene tres meses. Lo siguen buscando.

La alerta Amber tampoco se activó en el secuestro de la niña Esmeralda el 5 de septiembre, (hallada 13 días después sin vida) en Los Reyes la Paz. Ni durante el robo de Daniela de seis meses de edad, el 3 de abril pasado en Legaria, Distrito Federal. 


*COlumna Rendija publicada el 26 de septiembre de 2012